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Pobrecita, fatigada con tempestad, sin consuelo; he aquí que yo cimentaré tus piedras sobre carbunclo, y sobre zafiros te fundaré.
Isaías 54: 11.-

Junto con el oro, tanto en Edén como en el Paraíso encontramos piedras preciosas (Génesis 2:12; Apocalipsis 21:19).

Las piedras preciosas no se producen en un día. El tiempo es un factor vital en su formación. Son producidas por medio de largos procesos en los fuegos de la tierra, y su hermosura es desplegada por cortes efectuados con pericia. En términos espirituales, esto representa los valores que son elaborados en nuestro interior por la paciencia divina en cada uno de nosotros. Tales valores son costosos. Los que no están dispuestos a pagar, nunca los llegarán a tener.

La gracia es gratuita pero las piedras sólo se adquieren a un alto precio.

En más de una oportunidad nos sentiremos impulsados a exclamar: ―¡Esto está costando demasiado! No obstante, las lecciones que aprendemos a medida que pasamos con El por las adversidades son las cosas de verdadero valor.

A la luz de Dios, algunas cosas perecen por si mismas, y no es necesario esperar que llegue el fuego. El valor real está en aquello que ha soportado la prueba de Dios, a través del tiempo.