1 Corintios
12:22. –
Hace
algunos años, un siervo de Dios chino se enfrentó con un grave problema
personal y estaba consciente de que el solo no podía encontrarle una solución.
En
ese tiempo estaba predicando el evangelio en una región remota, lejos de otros
siervos de Dios que tuvieran un conocimiento de la Palabra que, a su criterio,
era imprescindible para descubrir una respuesta a su problema. ¿Dónde debía
buscar la comunión que necesitaba?
Había
allí un grupito de creyentes campesinos, con quienes él se estaba quedando,
pero eran apenas bebés en Cristo. ¿Cómo podrían ayudarle a resolver este
problema?
Sin
embargo, él había llegado a un punto en que debía tomar una posición. No le
quedaba otra alternativa que llamarles y compartir su problema. A su pedido,
aquellos sencillos hermanos vinieron en su ayuda. Les dijo lo que podía de su dificultad,
y ellos oraron; mientras oraban, se hizo la luz. No hacía falta otra
explicación. Estaba resuelto, y de una manera singular.
Cómo le agrada a Dios
demostrar nuestra necesidad de depender de sus miembros más débiles!!!
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