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Vosotros también debéis lavaros los, pies los unos a los otros.
Juan 13:14.
El lavado que al se refiere Jesús aquí está relacionado con refrescar, no al lavado de los pecados.
Contrariamente a lo que es el pecado, el polvo y la tierra que se juntan en nuestros pies son inevitables. Por ejemplo: Revolcarnos en la tierra, sería sin duda pecado pero si sólo tocamos la tierra con nuestros pies no podemos evitar que el polvo se pegue.
Un hermano que trabaja largas horas en una oficina, regresa al hogar a la noche, cansado y fuera de tono. Encuentra difícil recuperar la frescura de la comunión con Dios que había disfrutado en su tiempo devocional de la mañana. Lleva sobre si una película de algo que no le permite elevarse al Señor con facilidad. Pero un hermano se encuentra con él y con espontaneidad alaba al Señor. De inmediato siente un poder inspirador. Es como si alguien hubiera tomado un plumero y quitado la película de polvo. Sus pies están nuevamente limpios.
Lavar los pies los unos a los otros es ayudar al hermano de esta manera, levantándolo a su anterior frescura espiritual.
Es muy posible que estemos inconscientes de que estamos realizando esto y, sin embargo, ser utilizados constantemente para refrescar a los hermanos en Cristo.
Este es uno de los más grandes ministerios.

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